LA GESTIÓN DEL GOBIERNO, SUPEDITADA A UN RESULTADO ELECTORAL

En política, los resultados electorales son los que generalmente determinan el éxito o el fracaso de una gestión de gobierno, con un veredicto pronunciado por la llamada "voz de las urnas" incluso en el caso de los comicios de medio término, como los que se celebrarán en la Argentina dentro de poco menos de un mes.

 Si bien en la votación -legislativa- del próximo 14 de noviembre no se podrán en disputa cargos ejecutivos, está claro que el desempeño del oficialismo liderado por el presidente Alberto Fernández se someterá a escrutinio popular en el cuarto oscuro, en lo que se percibe será un examen con pronóstico reservado para el Frente de Todos (FdT).
   El Gobierno viene de sufrir una derrota significativa en las PASO, apenas dos años después del regreso del peronismo -unido- al poder tras un intervalo de cuatro, y recientes consultas sobre intención de voto muestran que por ejemplo en la provincia de Buenos Aires la alianza opositora Juntos podría robustecer su rendimiento electoral el mes que viene, en detrimento del FdT.
   En la Casa Rosada, donde aguardaban confiados el resultado de las primarias -como ventiló incluso la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en la lapidaria carta pública que divulgó tras el golpe a la mandíbula del 12 de septiembre pasado-, ahora aseguran que no están mirando encuestas y sostienen que confían en poder recuperarse del traspié en noviembre.
   De todos modos, voceros partidarios dijeron a NA que «no son buenos» los números que ellos manejan en la antesala de unos comicios que podrían ser determinantes para el futuro inmediato del Gobierno, en medio de tensiones que aún persisten en el seno de la coalición oficialista.
   Aplacada -sin embargo- la crisis política que desató en Balcarce 50 el ruidoso tropiezo en las primarias, la alianza gobernante se lanzó de lleno a la campaña proselitista con un objetivo de cortísimo plazo: revertir el veredicto de las urnas o al menos, evitar quedarse sin mayoría en el Senado.
   Un nuevo tropezón electoral podría generar incluso que Juntos por el Cambio (JxC) se convierta en la primera minoría en la Cámara de Diputados, lo que supondría un serio riesgo para la continuidad de Sergio Massa -un integrante clave de la alianza oficialista- como presidente del cuerpo.
   En el marco de esta cruzada cortoplacista que lleva adelante el Gobierno, será también -indefectiblemente- el resultado del 14 de noviembre venidero el que determine el éxito o el fracaso de la estrategia de campaña que decidió impulsar el FdT, confrontando con la oposición, en especial con JxC, y sobre todo aumentando el gasto social en busca de seducir al electorado.
   En este sentido, si el oficialismo logra con estos métodos, con esta receta casi primaria, alcanzar el mes que viene la meta propuesta, eventualmente habrá conseguido renovar por parte de la sociedad un voto de confianza, pero de ningún modo ese gesto -esa necesidad de mantener la esperanza- debería ser considerado como un salvoconducto político o un certificado de exculpación tras las fallas cometidas en estos últimos dos años, mucho menos un cheque en blanco con vistas al futuro inmediato.
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«Votar con el bolsillo»
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Sin ir más lejos, y más allá de los escándalos palaciegos durante la pandemia de coronavirus que son de público conocimiento, el jueves pasado se conoció que la inflación de septiembre pasado ascendió al 3,5 por ciento, con un incremento acumulado del 37% en lo que va del año y una variación interanual del ¡52,5%!.
   En este marco, no termina de estar claro cuál es el plan del Gobierno -en el caso de que lo tuviera, aparte del desgastado recurso del congelamiento de precios- para tomar este toro cerril por las astas y comenzar a combatir en serio este flagelo que no solo carcome a diario el poder adquisitivo del salario, sino que genera más desigualdad y especialmente pobreza e indigencia en la población argentina.
   Así las cosas, si en efecto en los comicios de medio término se suele «votar con el bolsillo», como sostienen algunos analistas políticos, la suerte del FdT parecería echada entonces, más allá de los intentos del oficialismo por forzar en la sociedad la germinación de la idea de que lo peor de la pandemia ya pasó y que se avecinan tiempos mejores, económicamente hablando.
   El Gobierno debe batallar, en este contexto, con una sensación bastante generalizada en la población de que «aun se puede estar peor», después de las elecciones, por ejemplo, cuando está previsto -además- que la Argentina logre un acuerdo por la millonaria deuda en dólares que mantiene con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
   A propósito, deberían despertar a lo sumo expectativas moderadas las conversaciones que decidieron encabezar en plena campaña electoral en la Argentina el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y el ministro de Economía, Martín Guzmán, en Estados Unidos, toda vez que ambos podrían rodar escaleras abajo en el caso de que el Gobierno vuelva a perder estrepitosamente en noviembre, como sucedió en las PASO.
   Si ese escenario llegara a darse, ¿quién se hará cargo de la derrota? ¿Cómo seguirá adelante la coalición oficialista, ya no solo en lo que se refiere a la negociación con el FMI, sino a la gestión de Fernández en su conjunto? ¿Qué reacción ensayará Cristina? Tras las primarias, responsabilizó lisa y llanamente al presidente por el resultado electoral.
   Ciertamente es compleja la situación para el Gobierno, con dos años aún por delante hasta los comicios presidenciales de 2023 que podrían tornarse sumamente alambicados, dependiendo del caudal de votos que obtenga el mes que viene tras sus denodados esfuerzos por inyectar dinero en los bolsillos de la gente.
   De cualquier manera, ¿por qué alguien que no votó al FdT en las PASO habría que otorgarle su respaldo en noviembre? ¿Únicamente por el plan «platita» que impulsa el oficialismo? ¿Por qué ese sector moderado del electorado que sí brindó un espaldarazo clave a Fernández en 2019 ahora volvería a apoyarlo -o a sus candidatos-, después del proceso de radicalización que experimentó el Presidente en los últimos meses?.
   ¿Por qué alguien que en principio consideró positivas las modificaciones en el Gabinete tras las PASO convalidaría la gestión de un Gobierno integrado por un ministro de Seguridad como Aníbal Fernández que no logra contener sus bravuconada y atormenta a un dibujante humorístico en redes sociales? ¿O por qué militantes feministas del movimiento verde habrían de respaldar con su voto el desembarco del conservador y «ultra-celeste» Manzur en Balcarce 50?.
   Será en definitiva la «voz de las urnas» la que se encargará de responder éstas y otras incógnitas que cubren con un manto cada más espeluznante el desempeño que pueda llegar a tener el FdT en los próximos comicios de medio término.

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