Los pobladores de Epuyén comenzaron a retomar su rutina con reencuentros con amigos y familiares, tras concluir en las últimas horas el aislamiento domiciliario ordenado por la justicia para controlar el brote de hantavirus que provocó la muerte de ocho personas en esa localidad cordillerana de Chubut.
“Esperamos poder realizar una ceremonia íntima para darnos un abrazo, llorar, despedirnos, reconocer lo que nos pasó y darle un lugar a cada una de las personas que fallecieron y que fueron tan queridas”, dijo Eugenia Delgado, dueña del restaurante “Dos que Van”, de Epuyén, donde viven unas 4.000 personas entre el pueblo y sus parajes rurales.
La mujer de 36 años que volverá hoy a abrir las puertas de su negocio dijo que a pesar de que “el dolor es muy grande y hay mucha tristeza por las pérdidas de a poquito vamos retomando las actividades, empezamos a socializar y los prestadores turísticos tratamos de reactivarnos”.
Mailén Valle, de 26 años y madre de dos hijos, cumplió un aislamiento de 40 días, obligatorio para quienes mantuvieron contacto epidemiológico con vecinos que contrajeron hantavirus, y perdió a su padre y a dos hermanas por la enfermedad.
“Estoy saliendo adelante con mucho dolor, teniendo fe en Dios porque creo que por algo pasaron las cosas, y dándonos fuerzas el uno al otro para continuar”, afirmó.
Otra vecina de Epuyén, Justina Palma, de 28 años, tuvo que permanecer encerrada 35 días por haber estado en contacto directo con su mejor amiga Loreley Valle, quien murió a causa del virus que transmite el ratón colilargo a los seres humanos, pero que en Chubut adoptó este año la modalidad de contagio por vía interpersonal, lo que obligó a las autoridades a tomar medidas más drásticas.
“En el momento que quedé aislada me sentí rara, pero fui entendiendo que era por precaución, por mi bien, el de mi familia y el de mis compañeros de trabajo”, explicó la joven, empleada de una estación de servicio, que recibió alimentos y ayuda psicológica durante todo el proceso.
Justina contó que atravesó momentos muy difíciles porque su sobrino falleció por hantavirus mientras ella se encontraba en aislamiento. “Tuve ataques de pánico y sigo con atención psicológica”, añadió.
“En un principio tuvimos miedo porque estaba muriendo la gente, pero nosotros habíamos tenido un contacto muy improbable de contagio”, relató el productor y comerciante Carlos Jiménez, quien permaneció aislado 20 días en su casa de campo junto a su hijo.
“Nos acompañamos mutuamente”, manifestó Jiménez, que también recibió asistencia de acción social y de amigos durante el encierro.